
Queridos amigos:
Es un auténtico regalo el poder formar parte de esta comunidad parroquial. Nací y crecí en un caserío de Loyola, a los pies del monte Izarraitz. Desde allí todos los días podía contemplar las maravillas de la naturaleza y la belleza de una imponente Basílica en honor a San Ignacio de Loyola. Desde muy joven tuve la oportunidad de recorrer la Casa Torre que vio nacer a Íñigo de Loyola y leer su apasionada vida. Nunca he podido olvidar aquellas palabras que me entusiasmaron desde joven y que siempre han formado parte de mi vida sacerdotal: “En todo amar y servir para mayor gloria de Dios”.
El año 2016 llegaba a esta parroquia como sacerdote adscrito y el 31 de julio del 2017, fiesta de San Ignacio de Loyola, fui nombrado párroco de esta comunidad. Desde entonces he deseado junto a nuestra comunidad soñar y construir juntos un proyecto pastoral que nos apasione y nos guíe en nuestro caminar.
Queremos que nuestra parroquia, la casa de Dios, sea un autentico hogar para todos. Una parroquia donde se acoge con amor y dignidad a todas las personas que se acercan a ella. Una parroquia que sabe abrazar y acoger como una madre acoge y abraza a sus hijos, especialmente en los momentos de más necesidad. Soñamos en una parroquia donde la belleza de sus piedras, la belleza del templo, la música que nace de ella, y las liturgias celebradas en ella nos eleven hacia una verdadera experiencia de Dios, hacia un verdadero encuentro con el Señor. Una parroquia donde la comunidad anuncia y proclama con alegría la Buena Noticia, que acompaña a todos aquellos que sienten la sed de Dios. Deseamos construir juntos una parroquia donde se viva una profunda comunión comunitaria y eclesial. Una comunión afectiva y efectiva. Una comunidad que no ve al diferente como una amenaza sino como una oportunidad de enriquecernos mutuamente. Una comunidad que por encima de las diferencias acoge con ternura el deseo profundo de Jesús: «Padre, que sean uno como tu y yo somos uno». Una parroquia donde los pobres tengan un lugar privilegiado. El pobre no es sólo aquél que está pasando una necesidad económica. Hay muchas formas de pobreza. En cada uno de los necesitados hemos de ver a Cristo mismo.
Y para terminar sigamos soñando en una parroquia que abre sus puertas al mundo, con un deseo profundo de no perder nunca un diálogo abierto con la sociedad y con la cultura; una parroquia que en medio de sus dificultades y pobrezas desea profundamente ser el rostro misericordioso de Dios que irradia luz y esperanza a un mundo cada vez más necesitado.